¿Y la magia de Afterlife?
Tras mudarse a NYC, la familia Spengler ha decidido convertirse en Ghostbusters de tiempo completo, pero todo cambiará cuando un artefacto legendario libera un mal que amenaza con dejar a la Tierra en un eterno invierno. Los Cazafantasmas de todas las eras tendrán que unirse para detener a esta helada villana.
Ghostbusters: Frozen Empire tiene cosas rescatables
A ver, no empecemos con el hate. Hay cosas muy chidas como la actuación de Paul Rudd o las interacciones de Mckenna Grace con el elenco original. Definitivamente el trailer nos pintaba una historia más brutal y entretenida pero Hollywood se dejó llevar con su espíritu woke.
En Afterlife (2021) se nos mostró a una Phoebe (Grace) intrépida, curiosa y entrañable, pero al parecer a Jason Reitman y Gil Kenan se les olvidó eso a la hora de escribir y dirigir la secuela. Definitivamente, personajes como Trevor (Wolfhard) y Podcast (Logan Kim) están muy desperdiciados.
Ghostbusters: Frozen Empire trata de hacer tantas cosas que al final te dejan insatisfecho, como el hecho de que por leyes ficticias de NYC, Phoebe no puede ser una Cazafantasmas, lo que da pie a la trama de la fantasma que interpreta Emily Alyn Lind. No sólo es un desenlace obvio, pero el empujar una agenda social, en una franquicia que jamás se había preocupado por hacerlo y se había mantenido neutral, fue muy innecesario.
A Hollywood le funcionó durante un tiempo la estrategia de catapultar sus taquillas y éxitos basándose en vender nostalgia, pero ya es tan tarde en el juego que las audiencias quieren ver algo nuevo y divertido.