Inventábamos cuando nos preguntaban direcciones
Bosque de la Chinita Extraviada.- Antes del GPS, la vida de las personas era diametralmente diferente a como es hoy en día. De hecho, tal vez una de las razones por las que éramos amables con todo mundo, no tenía nada que ver con modales, sino porque no sabíamos en qué momento íbamos a necesitar que alguien nos dijera cómo llegar a una calle.
Haremos un pequeño repaso nostálgico para recordar cómo era dicha época:
1. Nos ubicábamos con referencias rústicas para llegar, algo así como ‘pasando la casa naranja’, ‘enfrente de una ferretería que pone botes para que no se le estacionen’ o ‘afuera está siempre un señor sentado viendo pasar a todos’.
2. Sentíamos que era un súper poder el conocer cómo se llamaban las calles. Placer que los centennials nunca conocerán.
3. Asumíamos que porque alguien iba caminando por un vecindario, se tenía que saber las calles de memoria.
4. Aprendimos a confiar: podíamos no saber a dónde nos llevaban, pero estábamos seguros que el taxi nos dejaría afuera de la casa de la novia.
5. Se sentía un estrés por creer que ‘ya nos habíamos pasado’ sólo similar al que se siente cuando llega el recibo de la luz.
6. Cuando nos preguntaban, era más fácil inventar direcciones que excusarnos por no saber cómo llegar.
7. Cargábamos con un mapa en físico que terminaba por romperse de las esquinas de tanto abrirlo y cerrarlo.
8. El GPS junto con el maldito identificador de llamadas dieron al traste a los que gustábamos de hacer bromas a costa de los demás.
9. Nos metíamos por ‘atajos’ fregones que el GPS nunca será capaz de conocer o recomendar.