Les pedi un concierto de hip-hop y me dieron una clase de literatura alv
México.- Lejos quedaron los tiempos en que los raperos eran considerados gente de baja calaña, criminales o bandita que no fue ni a la primaria. Para muestra de ello, dos de los exponentes más importantes del rap español, Rafael Lechowski y Sharif, nos regalaron a los chilangos un recital que combinó el hip hop con algunos de los versos más trabajados y profundos que escucharás en tu vida.
La cita fue el sábado 6 de diciembre en el Pabellón Oeste del Palacio de los Deportes. La raza que le cayó al evento pasó desapercibida gracias a que, esa misma noche, se llevó a cabo uno de los 200 conciertos que Caifanes se discute año con año.

La velada comenzó a eso de las 7 de noche con el evento abridor de Rafael Lechowski. El escritor y cantante de origen polaco repasó algunos de sus temas más célebres, así como pasajes de su nueva publicación, El libro de la luz. Incluso, se aventó el acto final del Quarcissus, su proyecto más azotado y ambicioso a la fecha. Para ello, contó con un ensamble de jazz que cumplió con creces.
La poesía rapeada de Lechowski infundió emoción en el respetable, muchos de los cuáles iban exclusivamente a verlo a él. Debido a al premura, solo alcanzó a darnos una probadita de “Por amor al odio”, un himno de los despechados, aunque sin duda cada momento de su presentación fue un regalo para la masa cerebral.

Tras una breve pausa, Sharif asaltó el escenario con su banda y sus MC’s. Interpretó varias rolitas de su último LP, “Capricornio”, pero también repasó composiciones clásicas de Bajo el rayo que no cesa, Curso básico de poesía y hasta sus colaboraciones con Charles Ann y Yoss Bones, las cuales, quedó constatado, han incrementado su popularidad entre el público mexa.
Además, Sharif también dio oportunidad para que su MC, Morgan, se aventara sus propias barras, e incluso volvió a llamar a su mentor Lechowski para seguir dando cátedra.
Fue así como, peinando las 10:30 de la noche, la presentación llegó a su fin, dejando un público extasiado por los altísimos versos, los acompañamientos jazzísticos y la certeza de que el hip hop puede volar tan alto como la pluma que lo sostenga. Joder, tío, qué fino estuvo.
