Quiere más gasolina, denle más gasolina
México.- Francisco Gutiérrez Baeza, ilustre chavorruco de Iztapalapa, fue contagiado con la oleada de paranoia por la escasez de hidrocarburos, lo que lo obligó a tomar su Tsuru del 96 y salir desesperadamente a buscar gasolina en todos los puntos de la Ciudad de México, y aún en el valle de sombras mejor conocido como Edomex.
Luego de enterarse del desabasto, Francisco convocó a una junta de emergencia a su perrhijo y a su gathijo para decirles: “escúchenme bien, sólo voy a decir esto una vez, vamos a salir y va a ser difícil, lo van a sentir eterno, así que será difícil mantenernos alerta, va a ser difícil guardar silencio, pero deben hacer, ambos, tienen que hacer absolutamente todo lo que diga, o no sobreviviremos, ¿entendido?”
Y, dicho esto, equipó su auto con 6 garrafones vacíos (previamente vació el agua en las coladeras) y salió en busca del vital combustible. Por suerte, su tanque estaba lleno, así que no tuvo ningún problema en desplazarse por toda la ciudad.
Sin embargo, la trayectoria no fue nada sencilla, y en todos los sitios de abastecimiento gasolinístico se encontró con miles de personas paranoicas que hacían enormes colas para conseguir un poco de ese preciado combustible.
“Es que, we, AMLO ya nos quitó la gasolina, we, hay caos en la ciudad, we, es el apocalipsis, we, nos vamos a volver Venezuela, we, esto se va a poner cabrón, we, yo quería el aeropuerto, we, pinche Peje autoritario, we, así inician las dictaduras, we…”, escuchó que otro conductor decía en plena crisis nerviosa por no poder llenar su Rotoplas con gasolina.
Francisco, en dicha situación tan complicada, observó a sus mascotas, que lo acompañaron en el viaje, y les dijo: “Gato, quiero que estés alerta si encuentras una gasolinería con combustible; perro, quiero que les ladres a los automovilistas que no nos dejen pasar, ¿entendido?, dije ¡¿entendido?!”
Este individuo se terminó gastando todo su tanque de gasolina en busca de una gasolinera. Recorrió de sur a norte y de este a oeste la ciudad, incluso llegó a los tenebrosos lugares de Ecatepunk, Tlanepantla y Nezayork.
Finalmente, se le apareció una extraña rosa blanca en el toldo de su coche y halló una gasolinera que sí pudo despacharlo; justo cuando ya no le quedaba ni medio libro de gasolina en su tanque. “Échele cincuenta varitos de la verde, por fas”, ordenó victorioso Francisco.