Siempre es lo mismo y nadie hace nada
Prepa 5 feat. CCH Azcapo.- Para todos los afortunados que lograron ir más allá de esa barrera social llamada Conalep y sí se quedaron en la UNAM, existe un raro fenómeno propiciado por la juventud informada e intelectual que consiste en armarla de pedo por prácticamente cualquier cosa.
La máxima expresión de esta actitud es, por supuesto, la llamada “asamblea universitaria”.
Se trata de un evento que sucede aproximadamente cada cuatro semanas tanto en el nivel medio superior como en el superior, en el cual un grupo de jóvenes marxistas, letrados y revolucionarios, quienes además deben todas sus materias y ocupan salones que no les pertenecen, exigen que se respete la autonomía universitaria y se cumplan sus requisitos, los cuales suelen ser ambiguos.
Para que te enteres de cómo se lleva a cabo este fenómeno social, más exitoso que el suicidio (según Durkheim), nuestro Equipo de Antropólogos Fracasados que no alcanzaron boletos para Gorillaz preparó este sencillo manual para armar tu propia “asamblea” sin ser expulsado en el intento:
1. Planteamiento del problema
Todo comienza cuando se suscita un problema en la institución, de preferencia de la UNAM (CCH, Prepa, Facultad o FES). Puede ser de índole nacional (el triunfo de un presidente, la expropiación de una mina), política (el cambio al plan de estudios, la suspensión de un profesor), estudiantil (defender el derecho a ocupar salones) o administrativa (exigir baños más limpios).
2. Movilización de “colectivos” y llamado a paro
Un grupo de revolucionarios se juntan en el salón que tienen ocupado (llamado “Cubo” o “Rebeldía”) y, comandados por una mujer de treinta años con el cabello pintado de amarillo o morado, deciden cerrar los salones, los edificios y convocar a la famosa asamblea en el área común de la institución.
3. Cierre de la institución y consulta popular
Luego de dos horas de cánticos populares del tipo “Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina” y rolas de Silvio Rodríguez, la asamblea comienza con el debate de si debe o no cerrarse la escuela (a pesar de que ya la cerraron). Estudiantes de los primeros semestres, chavitos matados y fanáticos de Ska-P toman asiento esperando llegar a un acuerdo a través del noble arte de la argumentación.
4. Discusión de 12 horas de Chairos Vs. Estudiantes
Comienza una tensa y semi ordenada discusión en la que los activistas defienden por qué el pensamiento de Trotsky es mejor que el de Lenin, mientras que los estudiantes que sí quieren clases les reclaman por fumar mota y saltarse las clases. La discusión se extiende durante 12 horas hasta que los estudiantes normales vuelven a su casa porque sus mamás les pidieron llegar temprano.
5. Discusión de 24 horas de Chairos Vs. Chairos
Las próximas 24 horas se desarrollarán en un loop aparentemente infinito, en el cual ya sólo los activistas quedarán con vida, reclamándose unos a otros la falta de compromiso, la ausencia de una verdadera conciencia de clase y su pertenencia (o no) a la Pequeña Burguesía. Una vez agotada la discusión, se repiten los mismos argumentos durante 24 horas con la posibilidad de trasladar la sede a una pulquería.
6. Dos días de paro con “actividades culturales”
Luego de intensos intercambios, los activistas deciden (en realidad fue la treintona de pelos pintados) que la escuela permanecerá cerrada como forma de protesta, pero que se llevarán a cabo “actividades culturales” para incentivar la participación del estudiantado. Durante esos dos días, un chavito que hace malabares se para en la explanada principal para hacer trucos hasta que se da cuenta que nadie lo está viendo.
7. Apertura de la institución y mantenimiento del status quo
Dos días después, la escuela es abierta y todo vuelve a la normalidad. No se resolvió el problema que originó todo, los activistas vuelven a su salón ocupado, los profesores siguen acosando alumnas, el plan de estudios es acordado a través de favores académicos, los dealers siguen vendiendo mota y un joven, cansado del pinche sistema universitario retrógada, decide comprarle un cincuenta para escapar, aunque sea por un rato, de esta sofocante y triste realidad.
Y eso que no se quedó en el Conalep.