Página genérica de info-entretenimiento digital.- Como dijera el Supremo Lord Tlatoani Enrique Peña y Nieto, “ningún chile les embona”. Miles de mexicanos acudieron este fin de semana a ser testigos de cómo un emporio capitalista se apropiaba de la tradición del Día de Muertos en la película “Coco“. Y todos salieron muy contentos y empatriotados, cobijados en finos hilos de lágrimas que les recordó de dónde vienen y de qué están hechos.
Pero hay un tema que sigue levantando ámpulas y llagas entre todos los que ya vieron este portento de la animación mexicana… ah, no, gringa. Se trata de la secuela de Frozen, una película de dos años de duración que te tienes que aventar antes de ver la producción de Pixar.
No obstante, a pesar del inobjetable juicio de la vox populi, nuestro Equipo de Críticos Mamalones Únicos y Detergentes Paridos por André Bazin del Deforma detectaron diversas razones, todas contundentes, por las que este corto infravalorado es en realidad mucho mejor que la mismísima “Coco”.
Apaguen la luz cuando acaben.
Apenas 1,051,200 minutos dura esta joya navideña. Cada secuencia sucede a otra con total naturalidad y en ningún momento piensas “¿A qué hora termina esta basura?” mientras contemplas seriamente el delicioso suicidio.
Y es que, en pleno final de octubre e inicios de noviembre, con Día de Muertos por delante, lo mejor para pasar la tarde es una película de temática navideña.
Si en algún momento te desesperas, puedes pedirle al empleado del cine que la adelante y lo hará con mucho gusto.
Prácticamente cada diálogo despierta las ganas de cantar en los personajes. Desde La-La-Land no se veía una película en la que cada rola tuviera perfecto sentido y fuera indispensable para la trama. Además, la composición es hermosa, avergonzaría a Beethoven, Mahler y Stravinsky.
La historia del monito de nieve de cuyo nombre no quiero acordarme es completamente real y conmovedora. Un personaje con tanta gracia merecía ser el centro del argumento.
Por si fuera poca la grandeza de este corto, es seguida por una película medianona, con personajes desdibujados, sin una pizca de gracia, y que nunca nos hizo llorar mientras recordábamos a nuestras abuelitas, llamada “Coco”.
Un pastel de frutas perfecto que nunca se deshace. Es lo que le faltó a Tarantino para alcanzar la grandeza, y lo que hizo un genio a Orson Welles a los 24 años. Es un ícono del Séptimo Arte, un gran objeto inanimado para una gran película animada.
"Si así se ponen por unos bollos, no quiero ni pensar cuando instalemos Taco Bell…
DESESPERADAMENTE REAL
COLONIZADORAMENTE CIERTO
Además de cena en casa ajena, conocerán a las sobrinas del patrón
Lo usaron de medio de transporte hasta el valle que la nieve cubrió
"¿Cómo vas, ma'? ¿Ya hay buñuelos?", preguntó un chavo todavía en pijama