La logia más vigente del siglo XX, aparte del Sanborns de los azulejos y la cienciología, son los organilleros. Hombres principalmente que se dedican a darle paisaje sonoro a la ciudad. Una tradición que ha ido desapareciendo con los años, a menos de hacerse algo al respecto. Todo comenzó cuando alguien dijo “qué es ese ruido detrás del tráfico”, fue ahí que sus presencias volvieron a lo evidente.
Un inocente cuestionamiento despertó la curiosidad de los caminantes. Algo que nadie se atrevía a decir pero sabíamos en el fondo de nuestro corazón. Más o menos lo mismo que ocurrió cuando el imaginario colectivo odió al bebé de la Era del Hielo. ¿Realmente nos gusta la música de estos artistas de lo cotidiano?
La pregunta levantó las miradas y comenzó el debate. ¿Qué hacen aquí? ¿De dónde vienen? ¿A dónde van? ¿Qué hay detrás de los sonidos metálicos y desafinados? ¿Un lamento nostálgico de la vida que se nos fue?
¿Es un imperio esa luz que se apaga o una luciérnaga?
Jorge Luis Borges
Pero llegó el silencio.
Dentro del vacío estaba todo menos el ruido. El latido de los corazones se hizo más evidente. La respiración entrecortada. Risas de nervios. No había nada que calmara el grito interior. ¿Y los músicos? ¿Por qué no llenan el hueco de mis pensamientos? ¿Dónde están los organilleros?
Todos se habían ido. Pasaron tanto tiempo en las sombras que nombrarlos con tanta fuerza los quebró. Nadie los quería al parecer. Entonces no hay nada qué hacer aquí. Uno por uno, tan imperceptibles como siempre los creímos, desaparecieron. La ciudad nunca los volvió a ver.
Una sonrisa surgió de algunos. En otros solo había decepción. Todos continuaron su marcha. Todo volvió a la normalidad como cada día de nuestras vidas.
Y TRANSMITIERON EN VIVO PERO CIERTO
EMOCIONADAMENTE CIERTO
"Le teníamos listo un homenaje muy bonito", se lamentó el Pato Borghetti
CIÉRRALE QUE SE METE EL CHIFLÓN PERO CIERTO
LO MANDARON A SENTAR PERO CIERTO
AHÍ VA EL SUADERO PERO CIERTO